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UNOS CULINOS ... Casa El Cartero

Por Jorge Ignacio Sánchez

Casa El Cartero

Cienfuegos, 30. Gijón

Tel. 985 362 558

En 1926 D. Faustino Rubiera decide complementar su funcionariado en el cuerpo de correos con el oficio de la hostelería y abre un chigre en la esquina de las calles Cienfuegos y Rendueles Llanos con el nombre de Casa El Cartero. Treintaitantos años después, este establecimiento seguiría siendo punto de encuentro de un barrio aún con identidad propia de calles de tierra, en las que era posible jugar a la pelota sin que el tráfico rodado interrumpiera apenas las espontáneas y disputadas competiciones. Solo la emisión a media tarde de alguna de aquellas primitivas series de aventuras de doblaje hispanoamericano, detenía momentáneamente la actividad deportiva y congregaba a la chiquillería ante el televisor de El Cartero, no sin antes alinear convenientemente las sillas, mientras en las mesas se disputaban animadas partidas de tute y de mus, juego este del que me fascinaba tanto el brillo de los amarracos de cristal como la ininteligible jerga de los jugadores.

En la pared, fotos enmarcadas daban testimonio del homenaje anual que la peña tributaba a Fleming ante su monumento del parque de Isabel la Católica. Desconozco el origen de la iniciativa, pero no es descabellado suponer que partiera de algún contertulio en deuda con el ilustre descubridor de la penicilina por permitirle seguir en este mundo disfrutando de buenas «merluzas». Por cierto que la merluza (y me refiero al apreciado gádido) siempre gozó de gran predicamento en el local, especialmente la merluza rellena. Otros platos más asequibles, como la raya en salsa verde, también gozaban de justa fama y aceptación.

LOS LUNES SOPA DE PIXÍN, anunciaba permanentemente un cartel visible desde el exterior. También ese mismo día de la semana se preparaban caracoles, que gozaban de notable aceptación.

En 1972 se derriba el edificio original de una planta y se construye el actual, en una calle ya urbanizada y con edificios de nueva planta, plenamente integrada en el Gijón que había experimentado un vertiginoso desarrollo. El Cartero, regentado los últimos diez años por Jesús Blanco, había experimentado un notable impulso. Su fama trascendía el barrio y el local se abarrotaba cada día de clientes sedientos de la mejor sidra y los mejores frutos de la mar. Dos años después, Orlando Valledor, un crío de catorce años, entra a formar parte de la plantilla. Durante veinte años, de la mano de su patrón, aprende el oficio y lo aprende bien, así que cuando en 1992 Jesús Blanco se retira a disfrutar una merecida jubilación, Orlando toma las riendas del negocio. Conservando lo esencial de la casa: sabia elección de la sidra –de los mejores llagares en el mejor momento–, pescados y mariscos del Cantábrico y una cocina sin complicaciones que solo pretende, y lo consigue, conservar las naturales cualidades de las materias primas, inyecta una buena dosis de juventud que deriva en la radical transformación del local hace ahora un año. La utilización de la tecnología, sabiamente disimulada con un diseño que combina materiales tan tradicionales como la pizarra y la madera, han conseguido crear en un lugar habitualmente abarrotado de gente, un espacio funcional, limpio, sin olores desagradables. Los materiales del techo, dispuestos en zigzag, eliminan la reverberación con el desagradable runrún, tan común en locales muy concurridos. Se ha conseguido un espacio moderno y confortable sin perder por ello la esencia del chigre y la cultura marinera. El culpable del invento ha sido el escultor Joaquín Rubio Camín, amante de la sidra y buen conocedor de la casa –nació en la vecina calle de Campo Sagrado, a escasos cien metros– y su impronta se percibe desde la misma entrada, en el letrero de hierro –material que tan bien maneja– que pende sobre la puerta.

Sobre la cocina ya hemos dicho que se basa en el mantenimiento de la tradición marinera y la calidad de las materias primas; se puede empezar con algún marisco del Cantábrico (centollo 6.000 ptas./kg, bugre 8.000 ptas./kg) para entrarle después a alguno de los excelentes pescados a la espalda o al horno (besugo 3.000, chopa 2.600 ptas.) o, ahora que estamos en temporada, una ventrisca de bonito (2.200 ptas.) y rematar con alguno de los postres de la casa (arroz con leche 450, tarta de sidra 500, o flan de cabrales 500 ptas.).

Si queremos renunciar al animado ambiente chigrero, disponemos de un comedor tranquilo y acogedor. La carta de vinos, corta en general, ofrece un amplio surtido de albariños, sin duda la mejor alternativa para acompañar los frutos de la mar.