Por Ramiro Valdés
Dentro de la amplia variedad quesera de Asturias, uno de los quesos con
más personalidad es, sin duda, el que, desde tiempos que se pierden
en la memoria histórica, se elabora en las montañas del
concejo de Caso y, en menor medida, en el de Sobrescobio. Las materias
primas: leche de vaca casina, raza autóctona dedicada fundamentalmente
a la producción de carne y un rendimiento muy limitado en la producción
de leche, pero con en elevado contenido de materia grasa y alto valor
proteico; el ancestral procedimiento de elaboración con los sucesivos
amasados de la cuajada y su forma, de disco troncocónico rematado
con adornos florales, geométricos o simbólicos, que en la
actualidad suelen identificar al productor o al pueblo donde se elaboran,
confieren al queso casín su indudable singularidad.
La primera referencia escrita que se tiene del queso casín data
de 1328 en documentos de arriendo de los mansos de San Salvador en Sobrescobio
y San Juan del Campo por el convento de Nuestra Señora de la Vega
de Oviedo: la abadesa obligaba a compensar el pago del arriendo con «quessos
assaderos por San Martín de Noviembre». Hasta 1616 el queso,
junto con la manteca, fue especie habitual de pago. También aparecen
referencias de importantes autores del siglo xviii: Alonso Bernardo pone
en boca de Mateo, escudero del Quixote de la Cantabria: «Acuérdome
de oir contar a mio padre muches veces que los más de los señores
de Madrid, por el quesu de Casu echaben les coraes». Jovellanos,
en sus cartas a Ponz, da cuenta del «extraordinario éxito»
del queso casín en París. Por Martínez Marina en
sus «Memorias Asturianas» sabemos de su participación
en la Exposición Agrícola de Madrid de 1857, donde fue galardonado
con la medalla de oro.
La industria del queso, junto a la de les madreñes, fue fundamental
en la economía del concejo de Caso, pero estas actividades se fueron
abandonando hasta limitarse la producción del queso al autoconsumo
familiar y a la venta de los excedentes en los mercados locales. En 1991
Marigel Álvarez monta una pequeña quesería e inicia
la producción industrial sin abandonar los métodos
de elaboración artesanales, y hoy ya se puede adquirir el
queso casín en las muchas tiendas de productos asturianos que hay
en la región.
El casín es un queso de mujer. La laboriosidad, los cuidados y
el mimo que exige su elaboración requieren las manos y el instinto
maternal femenino, y así se vienen transmitiendo los secretos de
su elaboración, que las mujeres casinas aprendieron siempre de
sus madres y abuelas.
El proceso se inicia «cuando la leche tiene la temperatura de la
sangre»; cuando, echando una gota en el dorso de la mano, «no
notas ni frío ni calor». Esta descripción acientífica
de una artesana casina, sin otro aval que la repetición de la experiencia
a través de generaciones, no quiere decir si no, que los casi 37
grados del cuerpo humano son la temperatura ideal para iniciar el cuajado.
Una vez escurrido el cuajo, se deja secar envuelto en un paño,
no más de quince días. Cumplido este proceso se pasa por
la máquina de amasar y se forman los gorollos, porciones de forma
troncocónica que hay que volver a rabilar (pasar por el rodillo),
repitiéndose el proceso hasta siete veces. Tras la última
vuelta, se da al queso la forma definitiva, que se imprime con los marcos
de madera con figuras en relieve. Tras una curación de dos o tres
meses en un lugar fresco y ventilado, el queso está listo para
ser consumido.
El casín es un queso de sabor fuerte, pronunciado y picante (esta
característica se atribuye a la pepsina contenida en la membrana
interior del estómago de cerdo botiellu utilizado en
la elaboración del cuajo), propiedades que se atenúan cuanto
más corto es el periodo de curación. La corteza es lisa,
poco definida e integrada en la masa, de un color amarillo intenso. El
corte es cerrado y prieto, con pequeñas grietas laminares de pasta,
corta y desmenuzable y de color similar a la corteza. Tiene un alto valor
alimenticio por su contenido en proteínas (24,1 %), calcio y materia
grasa.
En una tabla de quesos el casín se situará hacia el final
en el lugar reservado a los quesos de fuerte olor y sabor. Se debe acompañar
de un vino seco y potente de sabor y aroma. Un Cabernet Sauvignon criado
en barrica de roble nuevo sería perfectamente recomendable. Tampoco
la sidra es mala compañera de este queso, sobre todo en los días
calurosos de verano.
Coincidiendo con el último sábado de agosto se celebra
en La Collada de Arnicio, divisoria de las cuencas del Nalon y del Sella,
el certamen anual del queso Casín donde acuden los artesanos elaboradores
de este queso peculiar.
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