LA SIDRA ELABORADA DE ACUERDO CON LOS CRITERIO DE LA DENOMINACION QUE
GESTIONA EL SECTOR NO PRECISARÁ DE ESCANCIADO, UNA TRADICIÓN
CON POCO MAS DE UN SIGLO DE HISTORIA
La denominación traerá consigo un cambio en los hábitos
de consumo de la bebida más asturiana, que, entre otras cosas,
abrirá de par en par, a poco que el sector afine, las puertas de
la explotación y de los restaurantes más "in".
Si la figura de protección se enfoca principalmente a los mercados
exteriores, carecería de sentido ofertar en Nueva York un producto
que a los pocos meses de su embotellado presentara la típica "madre"
o que tenga que ser escanciado para poder apreciarlo en toda su intensidad.
Por tanto, más que ante un cambio de costumbres, que también
se puede producir, lo que verdaderamente se presenta de la mano de la
denominación es una ampliación de los hábitos de
consumo, puesto que la sidra tal y como la conocemos hoy en día,
la que se echa desde lo alto, no desaparecerá, sino que convivirá
con la acogida a la marca de calidad y protección. Nuevo producto.
Más mercado.
Con todo, que un determinado tipo de sidra deje de escanciarse no supone
traicionar una tradición inmemorial. En realidad, la costumbre
de echar la sidra desde lo alto, de acuerdo con los cánones de
hoy en día, tiene poco más de un siglo de historia.
Se remonta, según los expertos, a la aparición de los primeros
vasos de sidra, pesados y de varillas, y, según otros entendidos,
a la llegada del recipiente que hoy conocemos.
El rito, el mito, el no va más sidrero que los puristas quieren
conservar contra viento y marea se remonta a finales del siglo XIX y principios
del XX. Una ligera concesión en pro de la apertura de nuevos mercados
parece, cuanto menos, razonable, toda vez que el interior está
casi saturado.
Los asturianos bebían sidra cientos de años antes de la
llegada del vidrio y de la institucionalización del escanciado.
La madera y el barro fueron materiales utilizados desde tiempo inmemorial
para la primitiva práctica lagarera, para beber y para guardar
el preciado néctar fermentado de la manzana.
Destacados estudiosos aseveran que antes de la dominación romana
nuestros antepasados ya consumían una bebida, que Estrabón,
denominó "zytho" y que pudiera ser muy similar a la sidra
de hoy. Por lo menos, no era ni vino ni cerveza.
Las vasijas para la sidra más antiguas de las que hay constancia
eran de madera, utilizadas sobre todo para el trasiego del líquido,
puesto que para el consumo, además de poco higiénicas, alteraban
el olor y el sabor del producto.
El recipiente sidrero de madera más conocido era la "zapica",
el "peyu" en la zona oriental. Tenían una forma troncónica,
con más anchura en la base. Su capacidad variaba entre el medio
litro y los quínce litros. Las de pequeño tamaño
llevaban una sola asa, mientras que las más pesadas tenían
dos. La mayor parte de estos utensilios se elaboraba con madera de castaño,
aunque también hay constancia de la utilización de abedul
o de "umeru".
Con el paso del tiempo, la madera fue dejando paso al barro. Aunque numerosos
alfares de la región fabricaron recipientes para la sidra, el de
Faro (Limanes) llevó la voz cantante. Además de todo tipo
de "xarres", se tiene constancia de la existencia de "panellas",
con una capacidad superior a los ocho litros, y de vasos, que tenían
un perfil troncónico invertido y se utilizaban para el consumo
de pequeñas cantidades. Ni con la madera ni con el barro se sabía
del escanciado.
Andado el tiempo,. el vidrio vino a sustituir al barro en las vasijas
de consumo de sidra. Ambos elementos coincidieron durante un apreciable
periodo de tiempo, aunque finalmente las piezas de alfarería fueron
perdiendo espacio.
Los primeros vasos de sidra de vidrio se elaboraron en La Industria,
de Gijón. Eran varillados y tenían un peso de casi medio
kilo. Se les denominaba "de los franceses", debido a que los
técnicos que dirigían entonces la fábrica de vidrio
eran de esa nacionalidad.
Antiguos grabados demuestran que con la llegada de este tipo de vasos
de vidrio varillado los asturianos comenzaron a ensayar un primitivo escanciado,
aunque bastante alejado del virtuosismo actual.
Y pasaron las décadas. Llegó el siglo XX. El vaso de sidra
fue perfeccionándose. Cada vez más ligero. Y el escanciado
también fue a más, hasta que llegó al que conocemos.
No obstante, la tradición de echar sidra desde lo alto no es tampoco
inamovible.
Un ejemplo: hace años, el libro de estilo de los escanciadores
permitía realizar un ligero escorzo lateral que hoy está
sumariamente castigado en los más prestigiosos concursos de la
especialidad.
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