Así han llamado siempre los naturales más
enraizados a las ganas de beber. El asturiano ha sabido
calmar históricamente su sede con las excelentes
aguas que manan de continuo en cualquier rincón
del Principado, con envidiable prodigalidad. Ha tenido
también abundante leche disponible en su dieta.
Y para acompañar fiestas y asuetos, dispone
al menos desde la Edad Media -aunque es probable que
incluso desde antes- de la mejor sidra natural que
existe. Tampoco hay el menor chovinismo en la sentencia,
porque está formulada por dos personas ajenas
por completo a la región: "Todos los tratadistas
coinciden en que la sidra del Norte de España,
concretamente la asturiana, es la más antigua
(...) es quizá la española la sidra
que se considera como la mejor del mundo o, cuando
menos, como una de las mejores. Se elabora esta bebida
prácticamente en todas las regiones del Norte
del país. aunque, como es sabido. la más
tradicional y prestigiosa es la sidra asturiana",
dejó escrito el catalán universal que
fue Néstor Luján.
La historiadora francesa de la alimentación
Toussaint-Samat también, escribe en su enciclopédico
y célebre tratado que Francia, Irlanda, Inglaterra,
América del Norte, Suiza, Austria y Luxemburgo
'también producen sidra, pero la mejor de todas
desde hace quince siglos es la sidra española
de Asturias".
Es bebida que se consume a diario en los numerosos
chigres (tascas) típicos de la región,
pero también en los llagares donde se elabora
cada que se celebra una de las tradicionales espichas.
Diurética como pocas, la sidra tiene entre
4 y 6º y se obtiene a partir del mosto de manzanas
prensadas fermentado en toneles de castaño.
El rito del escanciado alto y el amplio vaso compartido
la hacen especialmente llamativa y propiciadora de
chanza y camaradería.
También
hay, no obstante, vino en la región (y bastante
más que hubo en el pasado). Persiste corno
pervivencia casi etnográfica en algunos concejos
del occidente interior -Cangas del Narcea, Ibias,
Illano, Allande, Pesoz, Tineo, Boal, San Martín
de Oscos y Grandas de Salime-, ligero, acerbo, tinto
en su mayoría, con escasa uva autóctona
y escaso valor enológico. Pero ahí está
como testimonio del pasado -cuando el viñedo
se extendió por buena parte del territorio
regional- y para consumo casi familiar en algunos
rincones de aquélla zona. Como consecuencia,
en los citados concejos aún se mantiene la
costumbre de destilar orujos para consumo doméstico
en algunas caserías. Sin embargo, en el capítulo
de bebidas de mayor grado tal vez lo más característico
de Asturias sea el anís de guindas siempre
casero, aunque en los últimos tiempos algunas
industrias artesanas hayan contribuido a su revitalización,
junto a logros como el aguardiente de sidra, especialmente
desde Ribadesella.
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