Desde tiempos muy antiguos tiene la pesca, tanto
de mar como de río, importancia capital en
la alimentación del pueblo astur. Las especies
más representativas de la marítima son
la merluza, el pixín (rape), el besugo, la
chopa o xáragu (sargo), el salmonete, el virrey,
la lubina, el bonito, el tiñosu (cabracho)
o las sardinas, entre otros que se desembarcan a cada
momento en las rulas (lonjas) de Avilés, Gijón,
Cudillero, Lastres o Luarca, las más notables
por volumen.
Los mariscos representan una pesca de dimensiones
más reducidas, casi artesanal; sin embargo
la calidad de los autóctonos es bien conocida
por los aficionados, que saben distinguirlos sin dudar
de los que se importan del exterior para surtir un
mercado más económico. Bugres (bogavantes),
langostas, ñoclas (buey de mar), centollos,
andariques (nécoras), oricios (erizos de mar),
cigalas, quisquillas, almejas o percebes son algunos
de esos frutos del mar que despiertan pasión
(aunque no habrá que olvidar que los veraniegos
calamares y chipirones de anzuelo -de potera- o los
pulpinos de pedréu -pulpos pequeños
de roca- no les van a la zaga).
Por
su parte algunos ríos asturianos van inseparablemente
unidos al renombre que les ha dado la especie que
desde tantos siglos atrás enseñorea
en ellos; es el salmón atlántico, rey
indiscutido de los mismos -el Sella, el Narcea, el
Cares, el Eo-, en donde se captura, con diferencia,
en mucho mayor número que en cualesquiera otros
ríos de España, y con probada mayor
calidad que esos parientes que ahora nos abruman desde
las granjas boreales, También la trucha abunda
en una veintena de los agitados ríos asturianos,
entre los que cabe destacar el Navia, el Canero, el
Nareca, el Piloña o el Pigüeña.
Pero sobre todo la angula, que se captura masivamente
en la desembocadura del Nalón (San Juan de
la Arena) y en menor cantidad en la de algunos otros,
ríos como el Sella, el Piles...
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